Literatura

Poradmin

Jun 21, 2021

El reinado de la inocencia

Aunque hace ya mucho tiempo, recuerdo bien la tarde en que, Ramón Estelio llegó de los montes curtido de cenizas hasta las pestañas. Venía con el corazón destrozado, lo reflejaba la negrura de su semblante.

—Se me quemó el horno de carbón, Maritza —le dijo a su mujer. Ella se hundió con él, como si lo estuviera mirando combatiendo con las feroces brasas. Un mes abriendo trochas a machete y hacha para nada.

—Gracias a Dios que no te quemaste mucho —consoló la mujer, ateniéndose al bien mayor. Aunque sabía que sí, que en su interior ardía de pena su marido. Ya había tomado un adelanto monetario a los camioneros. Bendita deuda.

—Unas quemaditas nada más —le dijo él, agradecido del mal menor —¡Aaah! y esta grande. Mira —le mostró, abriendo despacio la palma de su mano.

Maritza le limpió la herida con blanda ternura, como si Ramón Estelio, tuviera un pajarito recién nacido entre sus dedos.

Yo me encontraba presente, buscando a mi consorte, Narsio Moño e Locrio, su hijo mayor.

—Vámonos a jugar invitó Moño e Locrio, tan pronto me vio. Y nos fuimos, bate al hombro pelota en mano, rumbo a ser felices. A Ramón Estelio y a Maritza los dejamos con sus problemas de gente grande.

No se me olvida.

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